Un sofá que ya no existe

Acordarte un lunes de abril, 25 años más tarde, del color y los dibujitos estampados del sofá de tu abuelo, donde 
te tumbabas mientras mirabas las estrellas del cielo que estaba encima del cerro que había enfrente de su casa, 
te hace pensar que la vida sirve de mucho, de que los recuerdos tienen el poder de recuperar a gente en el tiempo a 
pesar de que ya no estén y de que la memoria está en todas partes, hasta en un sofá que ya no existe pero, sobre todo, 
en las fotografías.