Razones del destino
De vez en cuando
vuelvo al mismo sitio
donde nací.
Vuelvo al centro, al punto, al origen.
De la evolución,
a mi nacimiento.
Pasear por la calles de mi pueblo
me ayuda a entender
por qué mi cuerpo,
mis piernas,
tienen esta dura geometría.
Esta matemática.
Subo y bajo cuestas
como una atleta novata.
Me ahogo y, sin embargo,
el aire callejero,
puro,
heróico,
me salva de la asfixia.
Me pregunto por qué nací aquí,
en este laberinto de piedras y de cal,
pero el silencio se hace dueño
de la respuesta exacta.
Uno no elige ni la familia
ni el lugar donde nace;
razones del destino.
Voy andando por un callejón
y al levantar la cabeza
me encuentro,
de frente,
con la luz.
Blanca, cegadora, arquitecta.
En unos segundos
todo empieza a levantarse
sobre una mancha turbia y negra.
Muros, columnas de mármol,
y sobre todo lo visible,
lo invisible,
lo (in)olvidable.
Tú y yo dándonos besos
hace más de diez años.