Todo empezó en un piso compartido

-Quiero envejecer contigo, Antonia-,
me decías
agarrándome la mano,
sentados
junto a la ventana de mi
dormitorio
de aquel piso compartido.

Sin embargo,
el tiempo ha pasado
(como siempre)
por encima de todos, aplastándonos
casi,
y ahora siento que 
soy yo, 
sólo,
la que me hago vieja.

O eso parece.

Hace doce o trece
años,
recuerdo,
nos desfigurábamos el cuerpo
en aquellas 
camas de matrimonio
de aquellos 
pisos compartidos.

Hoy es el tiempo
quien 
nos desfigura a nosotros.

Ya no hay belleza,
ya no (nos) queda.
Todo tiende a un fin.

Hasta la rosa.

Hace doce o trece
años,
recuerdo,
o quizás menos,
nos arrodillábamos por amor,
para estar a la misma altura,
(ojos con ojos)
para retratarnos.

Detrás de la lente,
del objetivo;
tú.

Luego, delante,
el objeto;
yo.

Nos (ad)mirábamos.
Ya no.